El camello, el león y el niño
El camino para convertirse en ser humano, según Osho

El hombre no nace perfecto. Nace incompleto, como un proceso. Nació en el camino, es un peregrino. Este es su tormento, pero también su éxtasis: su tormento, porque no puede descansar, pero siempre debe seguir, debe seguir. Está obligado a buscar, a explorar, a investigar. Debe devenir, porque su ser surge sólo del devenir. El devenir es su ser; sólo puede ser si está en movimiento.
La evolución es una parte intrínseca de la naturaleza humana, es su alma misma. Y aquellos que se consideran ya realizados quedan insatisfechos. Aquellos que piensan que nacen como plenitud permanecen subdesarrollados. En ese caso, la semilla sigue siendo semilla: nunca se convierte en árbol, no conoce las alegrías de la primavera, el sol y la lluvia; ignorará para siempre el éxtasis de florecer en millones de flores.
Esa explosión es la plenitud. La existencia está toda aquí: explotando en millones de flores. Sólo cuando lo que está en potencia se vuelve real, sólo entonces el hombre está satisfecho. El ser humano nace como un potencial: esta es la singularidad de la raza humana. Todos los demás animales nacen completos, morirán en la misma forma en que nacieron. No hay evolución entre su nacimiento y su muerte. Permanecen siempre en el mismo nivel, no pasan sino por transformación alguna; no hay un cambio radical en su vida. Se mueven horizontalmente: la dimensión vertical nunca los penetra.
Incluso el ser humano, si se mueve horizontalmente, dejará escapar su ser y nunca llegará a ser un alma. Cuando la dimensión vertical te penetra, te conviertes en un alma. Tener alma significa que la dimensión vertical ha penetrado en la horizontal.
Osho afirma que podemos usar las metáforas de Friedrich Nietzsche, y así la vida del hombre puede dividirse en tres metamorfosis sucesivas del espíritu. El primero lo llama el camello, el segundo el león y el tercero el niño. Son metáforas muy significativas: el camello, el león y el niño.
Todo ser humano debe asimilar la herencia de su sociedad: su cultura, su religión, su pueblo. Debe asimilar todo lo que el pasado puede dar: es lo que Nietzsche llama la etapa del camello. El camello tiene la capacidad de almacenar grandes cantidades de comida y agua en el cuerpo, para cruzar el desierto, un viaje extremo.
La situación del ser humano es la misma: hay que atravesar un desierto y hay que asimilar todo el pasado. Y recuerda: solo memorizar no ayudará; la asimilación es necesaria. Además, recuerda que sólo recuerdas el pasado si no eres capaz de asimilarlo; si lo asimilas, te liberas de él. Puedes usarlo, pero no serás usado por él. Lo posees, pero no serás poseído por él.
Cuando hayas asimilado la comida, no tienes que recordarla. Su existencia no está separada de ti: se ha transformado en tu sangre, en tus huesos, en tu médula. Se convirtió en ti. El pasado debe ser digerido; no tiene nada de malo. Es tu pasado. No tienes que empezar con el ABC, porque si cada individuo comenzara con el ABC, no sería posible una gran evolución. Por eso los animales no han evolucionado. El perro es básicamente el mismo que era hace millones de años. Sólo el ser humano es un animal en evolución.
¿Qué lo originó? Existe, porque el hombre es el único animal capaz de asimilar el pasado; una vez asimilado, estás libre de él. Puedes moverte libremente y usar tu pasado. Podéis subiros a los hombros de vuestros padres y abuelos, de todos vuestros antepasados. Cada generación se apoya en los hombros de la anterior: por eso el ser humano logra alcanzar alturas increíbles. Los perros o los lobos no pueden hacer esto: dependen de sí mismos. Su estatura es su altura. En tu altura se asimilan el Buda, Cristo, Patanjali, Moisés, Lao Tzu: cuanto mayor sea la asimilación, mayor será tu estatura. Puedes mirar desde lo alto de una montaña, tu mirada no tendrá límites.
Asimila lo más posible. No necesitas limitarte a las personas que te rodean. Asimilar todo el pasado de todos los pueblos de la Tierra: ser ciudadano del planeta Tierra. No te limites a cristianos, hindúes o musulmanes. ¡Absorbe todo! El Corán os pertenece, así como la Biblia y el Talmud, los Vedas, el Tao Te Ching: todo os pertenece. Asimilen todo, y cuanto más asimilen, más alta será la cima desde donde podrán vagar con la mirada: las tierras más lejanas y las perspectivas más remotas serán suyas.
Nietzsche lo llamó el escenario del camello. Pero no te quedes atascado ahí; tienes que moverte El camello es la larva, es un acumulador. Si te quedas atascado en esa etapa y siempre permaneces como un camello, no conocerás la belleza y las bendiciones de la vida; en este caso nunca conocerás lo divino, estarás atrapado en el pasado.
El camello puede asimilar el pasado, pero no puede usarlo. Llega un momento en que el camello tiene que convertirse en león. Nietzsche declara: «El león desgarra al gigantesco monstruo conocido como “Tu no debes”». El león en ti ruge contra toda autoridad.
El león es una reacción, una rebelión contra el camello. Ahora comienzas a descubrir tu luz interior, la fuente suprema de todos los valores auténticos. Te vuelves consciente de tus deberes básicos hacia tu creatividad interior, tu potencial interior más oculto. Algunos se quedan atrapados en el estadio de los leones: rugen, rugen, siguen rugiendo y se agotan en sus rugidos. Está bien convertirse en león, pero todavía tienes que dar un salto, que es convertirte en un niño.
Bueno, cada uno de ustedes era un niño. Pero los que saben argumentan que la primera fue una infancia falsa. Es como los primeros dientes: parecen dientes, pero al final se deben caer, no sirven; luego, emergen los dientes genuinos. La primera infancia es falsa, la segunda es la auténtica.
Esa segunda infancia se llama la etapa del niño, o del sabio: el significado es el mismo. Si no te vuelves profundamente inocente y libre del pasado, tan libre que ni siquiera estés en contra de él… Recuerda: la persona que todavía está en contra del pasado no es realmente libre. Todavía tiene resentimientos, quejas, heridas. El camello todavía lo persigue; la sombra del camello sigue siguiéndolo. El león está presente, pero de alguna manera todavía le tiene miedo al camello; teme que pueda volver a la vida. Cuando el miedo al camello desaparece por completo, los rugidos del león se detienen. Entonces sube la canción del niño.
El estado del camello es el de la asimilación. El camello no puede decir que no. Fe y obediencia: estas son las características del estadio llamado “camello”. Adán estaba en este estado antes de comer del fruto del árbol del conocimiento, y todo ser humano pasa por este estado.
Este es un estado de pre-mente y pre-ego; todavía no hay mente. La mente se está desarrollando, pero no es un fenómeno completo; es muy vago, ambiguo, oscuro, nebuloso. El ego está naciendo, pero aún no ha nacido: no está claramente definido. El niño aún no sabe que es una entidad separada.
Adán, antes de comer el fruto, era parte de lo divino. Estaba en el vientre, obedeciendo y diciendo que sí, pero no era independiente. La independencia viene sólo por el no; a través del sí sólo surge la dependencia. Por lo tanto, en esta etapa del camello hay adicción, desamparo. El otro es más importante que tu ser: Dios es más importante, el padre, la madre, la sociedad son más importantes. El cura y el político son más importantes. Menos tú, todos son importantes. El otro es importante, mientras que tú todavía no existes.
Es un estado muy inconsciente. La mayoría de la gente se queda atrapada aquí: los camellos se quedan. En la práctica, el noventa y nueve por ciento de las personas siguen siendo camellos.
Es una situación muy triste: el noventa y nueve por ciento de la humanidad permanece en estado de larva, de camello. Por eso hay tanta infelicidad y ninguna alegría. Podéis buscar la alegría indefinidamente, pero no la encontraréis, porque no os es dada desde fuera; si no te vuelves un niño, una mariposa, a menos que alcances la tercera etapa, no podrás conocer la alegría. No es algo que se te da desde afuera; es una visión que se desarrolla dentro de ti, sólo posible en la tercera etapa.
La primera etapa es infeliz, la tercera es extática, y entre las dos está el estado del león, que a veces es infeliz ya veces extático, a veces sufre ya veces disfruta. En la etapa del camello eres un loro. No eres más que recordar. Todo tu entendimiento consiste en creencias que otros te han dado. Aquí encontrarás cristianos, musulmanes, hindúes, jainistas y budistas. Si vas a las iglesias, templos y mezquitas, encontrarás grandes carreras de camellos. No encontrarás un solo ser humano allí. Son como loros que repiten lo que han oído; todavía no han salido de la inconsciencia, de su sueño. Y recuerda: no digo que esta etapa no sea necesaria; lo es, pero una vez completado, tienes que saltar fuera de él. No estamos en este mundo para seguir siendo camellos toda nuestra vida.
Y no os enfadéis con vuestros padres, maestros, sacerdotes o la sociedad, porque tienen que crear en vosotros un poco de obediencia: sólo a través de ella podréis asimilaros. El padre y la madre tienen que enseñar, mientras que el niño sólo tiene que absorber. Si la duda surge prematuramente, se detendrá el proceso de asimilación.
Trate de pensar en un bebé que comienza a tener dudas en el vientre de su madre: ¡se moriría! Si duda y comienza a preguntarse si debe aceptar comida de esta mujer, si esa comida es realmente nutritiva… “¡Quién sabe, tal vez sea venenosa!” Si preguntas si está bien dormir las veinticuatro horas del día durante nueve meses, pues te parece excesivo… Si surge la más mínima duda en el niño, lo matarán.
Sin embargo, llegará el día en que la duda será absorbida, aprendida. Todo tiene su temporada. En la primera etapa todos deben ser camellos, decir sí y creer en todo lo que se les da, asimilándolo y digiriéndolo. Pero esto es solo el comienzo del viaje, no el final. La segunda etapa es difícil. El primero os lo da la sociedad: por eso hay millones de camellos y muy pocos leones. Cuando te has convertido en un camello perfecto, la sociedad te abandona; más allá de eso, no puede hacer nada más por ti. Ahí es donde termina el trabajo de la sociedad, escuela, colegio, universidad. La empresa te deja como el camello perfecto… ¡completa con un certificado!
Tienes que convertirte en un león tú mismo, recuerda. Si no decides convertirte en león, nunca lo serás. Este es un riesgo que los individuos deben tomar. Es una apuesta; y también es muy peligroso, porque al convertirte en león molestarás a todos los camellos que te rodean: son animales amantes de la paz, siempre dispuestos a hacer concesiones. No quieren ser molestados, no quieren que sucedan cosas nuevas en el mundo, porque todas las noticias les molestan. estoy en contra de los rebeldes y de los revolucionarios; y no solo por lo que se refiere a las cosas importantes, fíjate… no son solo contra Sócrates y Cristo, que son los portadores de grandes revoluciones. Los camellos tienen miedo de cosas tan insignificantes que cada vez te sorprenderás.
Los leones no son bienvenidos; la sociedad les crea todo tipo de complicaciones. Los camellos le tienen miedo; perturban su tranquilidad y su sueño, crean preocupaciones. Pero el verdadero problema es que evocan en los camellos el deseo de convertirse en leones. El primer estado, el del camello, lo da la sociedad. La segunda debe ser lograda por el individuo. Al realizarlo, te vuelves un individuo, te vuelves único; ya no eres conformista, ya no eres parte de una tradición. El capullo cae y te conviertes en una oruga, comienzas a moverte.
El estado del león tiene estas características: independencia, capacidad de decir no, desobediencia y rebeldía contra el otro, contra la autoridad, el dogma, las escrituras, la iglesia, el poder político, el estado. ¡El león está en contra de todo! Quiere destruirlo todo y recrear el mundo desde cero, más cerca de las aspiraciones del corazón; tiene grandes sueños y utopías en mente. A los camellos les parece una locura, porque viven en el pasado, mientras que el león empieza a vivir en el futuro.
Se crea una gran fractura. El león anuncia el futuro, y éste sólo llega si se destruye el pasado. Lo nuevo sólo puede salir a la luz si lo viejo deja de existir, dejando espacio para lo nuevo. Lo viejo debe morir para que lo nuevo exista. Por lo tanto, hay un conflicto continuo entre el león y el camello, y los camellos son la mayoría. El león solo se manifiesta de vez en cuando, es una excepción, y la excepción solo confirma la regla.
El escepticismo y la duda son sus señas de identidad. Cuando Adán come el fruto del árbol del conocimiento, se forma la mente, el ego se convierte en un fenómeno definido. El camello no es egoísta, el león es muy egoísta. El camello no sabe nada del ego, el león no sabe nada más. Por eso todos los revolucionarios, rebeldes -poetas, pintores, músicos- son siempre muy egoístas. Son bohemios: viven solos, piensan en sus propios negocios; no están interesados en los demás en absoluto. ¡Que se vayan al infierno! Ya no forman parte de una estructura, están libres de ella. El proceso del movimiento, el rugido del león, es inevitablemente egoísta: necesitan un ego muy fuerte para entrar en esta dimensión.
A cada individuo se le debe enseñar acerca del ego, antes de que pueda abandonarlo. Todo el mundo tiene que llegar a tener un ego muy cristalizado, sólo entonces abandonarlo sirve de algo, no de otra manera.
El primer estado, el camello, es inconsciente. El segundo, el león, es subconsciente: es un poco más alto que el inconsciente. Algún resplandor de la esfera consciente comienza a aparecer. El sol está saliendo, algunos rayos penetran en la habitación oscura donde duermes. El inconsciente ya no es enteramente inconsciente; algo se estimula en él, se vuelve subconsciente. Pero recuerda: el cambio de camello a león no es tan sorprendente como el cambio de león a bebé.
Ese cambio es una especie de inversión. El camello comienza a pararse boca abajo y se transforma en el león. El camello dice sí, el león no; el camello obedece, el león desobedece; el camello es positivo, el león negativo.
Es comprensible: el camello ha dicho tantos sí que habrá reprimido el no. El no se acumula y llegará un punto en el que querrá vengarse del sí. La parte negada desea vengarse. En ese momento la rueda invierte su curso y el camello vuelca, transformándose en león. La diferencia entre el camello y el león es enorme, pero los dos animales permanecen en el mismo nivel. El capullo está estacionario en un punto; la oruga comienza a moverse, pero en el mismo terreno. Hay movimiento, pero ocurre al mismo nivel. El primer estado lo da la sociedad: el hecho de que seas un camello es un regalo de la sociedad. Ser león, en cambio, será un regalo que te harás a ti mismo; si no te amas a ti mismo, no tendrás éxito. Si no quieres convertirte en un individuo que tiene su propia singularidad por derecho de nacimiento, si no te arriesgas a ir contra la corriente, no podrás convertirte en un león. Por otro lado, si entiendes el mecanismo, el león se forma en el corazón mismo del camello. Al decir continuamente sí y reprimir el no, este último se acumula cada vez más. Llegará un día en que te cansarás de decir que sí: aunque sea para cambiar un poco, tendrás ganas de decir que no. El sabor de lo positivo se ha vuelto aburrido, se ha vuelto monótono; solo para variar, prueba el no.
Así es como el camello, por primera vez, comienza a soñar con el león. Y una vez que has probado el no, la duda, el escepticismo, nunca puedes volver a ser un camello, porque ser un león trae consigo una libertad increíble, implica ser libre.
La mayoría está firme al nivel del camello, la minoría al nivel del león. “Mayoría” significa las masas, “minoría” la intelectualidad. Artistas, poetas, pintores, músicos, pensadores, filósofos y revolucionarios están atrapados en la segunda etapa. Son mucho mejores que los camellos, pero el viaje aún no ha terminado: no han llegado a casa. La tercera etapa es el bebé.
Escucha con atención: la primera etapa la da la sociedad, la segunda el individuo para sí mismo. El tercero es posible solo si la oruga tiene una intuición de la mariposa; de lo contrario no es posible. ¿Cómo puede la oruga pensar que puede volar, transformarse en un objeto alado? ¡No es posible! Es imposible concebir tal cosa. Es absurdo e ilógico. La oruga solo puede moverse, pero la idea de poder volar es simplemente absurda.
Escuché que algunas mariposas trataron de decirles a las orugas que podían volar, pero no lo creyeron. La oruga dice: «No. Puede ser posible para usted, pero no para nosotros. ¡Eres una mariposa, nosotros solo orugas! Solo sabemos gatear”. ¿Y quién sólo puede gatear como si pudiera imaginar volar? Es una dimensión diferente, completamente diferente: la dimensión vertical.
Del camello al león, es evolución; de león a niño, es revolución. La primera etapa, el camello, fue la adicción; la segunda fue la independencia. Pero en la inocencia llegamos a descubrir que no hay ni dependencia ni independencia. La existencia es interdependencia: todos dependen unos de otros. Todo es una sola entidad.
El significado del Todo sale a la luz: no yo, no tú. Sin fijación en sí o no; y ni siquiera fijaciones en decir siempre sí o siempre no. Más fluidez, más espontaneidad: ni obediencia ni desobediencia, sino espontaneidad. Nació la responsabilidad. Respondemos a la existencia, no reaccionamos sobre la base del pasado, ni reaccionamos sobre la base del futuro.
El camello vive en el pasado, el león en el futuro. El niño vive en el presente, aquí y ahora.
El camello es la mente anterior, el león es la mente y el niño es la mente posterior, o no miente.
El camello es anterior a mí, el león soy yo y el niño es posterior a mí, o no-yo. El niño es simplemente: inefable e indefinido. Es un misterio, una maravilla. El camello tiene memoria, el león tiene conocimiento y el niño tiene sabiduría. El camello es cristiano, hindú, musulmán, teísta; el león es ateo; el niño es espiritual: no es teísta, hindú, musulmán, cristiano, pero tampoco es ateo ni comunista. La suya es pura espiritualidad, cuya cualidad es el amor y la inocencia.