Caminata consciente

¿Te animás a probarlo ahora mismo? Sólo lleva unos minutos, tantos como quieras destinar a esta experiencia, y los pasos son muy simples. Para evitar distracciones al principio, se sugiere elegir un lugar calmo, donde no haya gente que nos distraiga, si es posible en contacto con la naturaleza y con los pies descalzos, aunque también se puede realizar en la ciudad, mientras estamos comprando en el supermercado, o en el living de nuestra casa. En realidad el ambiente externo no es tan importante como el cambio en la atención, que será una experiencia interna.

Comenzá parado firmemente en el suelo. Observá tu eje central: hacé un pequeño balanceo en el lugar de un lado al otro, y de adelante hacia atrás hasta encontrar el punto medio. Sentí tu columna erguida pero sin esfuerzo, en conexión con el cielo y con raíces firmes en la tierra. Prestá atención al ritmo de tu respiración, sin querer cambiarlo, percibiendo el aire que entra y que sale de tu cuerpo de forma natural.
Observá el pensamiento que precede al movimiento, la idea mental de que vas a levantar uno de tus pies, y muy lentamente comenzá a levantarlo, percibiendo el movimiento interno en el pie, en la rodilla, en la cadera, qué pasa con el equilibrio mientras ese pie está en el aire, hasta que lo apoyás adelante, sintiendo qué parte del pie se apoya primero, el contacto con el suelo o las sensaciones dentro del zapato, y el cambio de equilibrio cuando el peso de tu cuerpo cambia hacia ese pie. Es importante saber que cuanto más lento realices este movimiento, mayor será el espacio que se creará para entrar en conexión con las sutilezas de lo que está sucediendo en tu cuerpo.
Continuá con 2 o 3 pasos más a esta velocidad, como en “cámara lenta”, observando tu postura, el contacto de la ropa contra tu piel, cómo acompaña el movimiento el resto de tu cuerpo, brazos, hombros, si notás tensión en algún lado, qué sucede con tu respiración… Notá también si se produce algún cambio en tu estado emocional, si tal vez te sentís raro, incómodo, relajado, liviano o pesado. Recordá no juzgarte: no hay ninguna forma de hacer este ejercicio que sea “la correcta”, ni ninguna emoción que sea mejor que otra. La idea es activar esa conciencia que es testigo y puede darse cuenta de lo que está sucediendo momento a momento.
Podés luego llevar la atención al entorno: sentir los aromas del lugar, observar la diversidad de colores que te rodea, la temperatura del aire en tu cara, los sonidos lejanos y los cercanos. Con sólo dirigir tu atención allí, notarás todo lo que hay a tu alrededor y todo lo que estaba sucediendo sin que fueras consciente de ello.
Por último, observá qué tipo de pensamientos vienen a tu mente, qué frases, opiniones, ideas, recuerdos, y simplemente dejalos pasar. No dialogues con las ideas que surjan durante este ejercicio. Tomá conciencia de ellas, pero sin dejarte llevar, y volvé tu atención a tu respiración. Es posible que te encuentres perdido en tus pensamientos varias veces, y es normal. Volvé a la respiración una y otra vez.
El objetivo no es lograr tener la mente en blanco durante las meditaciones, sino simplemente tomar conciencia de cómo funciona nuestra mente y entrenarnos para que nuestra atención no se disperse. A medida que adquirís un poco más de ritmo al caminar, notá qué diferente es un paso del que sigue, y cuánto sucede en el medio… Como dice Thich Nhat Hanh en su libro Walking Meditation, “cada paso es un viaje en sí mismo, y cada paso es un ‘llegar’.”

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