La palabra y el bosque

Por Emilia Charra

Como está viva, la poesía, late, pulsa, tiene vida y se manifiesta de distintas formas -orgánicas- en porciones de la naturaleza (o en nosotras y nosotros) sólo hay que estar atentos para recibirla, percibirla, sentirla.

La poesía es etérea, pero a la vez está enraizada. Su voz viene de las profundidades del bosque y se dirige a lo sublime del cielo. Es por esto que, la palabra poética simplemente llega, acaece, acontece. Nos viene, llega a nuestro encuentro en el momento oportuno. Y en ella todo un despliegue de sentires, sensaciones, latires.

Todos podemos ser artistas, poetas, pero solo cuando nos abrimos, cuando atravesamos el bosque de los miedos, sobrepasamos las creencias limitantes y nos permitimos ser canales, en actitud de recepción y de servicio; recién ahí podemos ser receptores de una belleza universal e infinita.

Es un todo: el bosque está magníficamente conectado. Cada una de sus partes influye en las demás y viceversa. Entonces, vivir en ciudades ruidosas con rutinas extenuantes, por fuera de los ciclos naturales, nos aleja de esta posibilidad de caminar con seguridad por el bosque (interno) y abrirnos al artista.

La forma que hoy me convoca, porque personalmente en mi vida me ayudó, es la de caminar liviana, desnuda, con esa suelta actitud de entrega, en medio de la naturaleza, puede ser bajo la lluvia (o una orilla arenosa o en el campo) y atravesar esa barrera interna de la desconfianza (ese yo no puedo o yo no sé), del miedo y del control.

Una vez que nos sumergimos en ese bosque, que adentramos a sus oscuridades, que vimos de cerca las figuras que más nos aterran, que escuchamos sonidos desconocidos y pasamos la noche; salimos al afuera con la confianza íntegra, con nuestro poder devuelto a nosotras mismas, porque vimos que no era tal el peligro, que mi mente era mi mayor contrincante.

Y ahí está, nuestro artista interno empoderada/o, quien esperó tantos años para que le demos un lugarcito. Ahora es el momento de escuchar. El arquetipo del artista está presente en todas y en todos, solo que nos preocupamos por identificarnos con otros (el que me dio mi carrera, el empresario, el estudiante, el abogado, etc.) y dejamos a un lado la creatividad. Una creatividad que es nuestra voz auténtica y ninguna es igual a otra.

Y la inspiración, como todo es tan maravillosamente divino, está en ese mismo bosque, allí puedo ir a buscarla. Lo visito cada vez que necesite -internamente- gracias al poder de la meditación y la visualización, y ahí está: el caer sublime de la lluvia, el amanecer, el atardecer, las voces de los árboles, el canto elevado de un zorzal, el rumiar del mar, el aroma barroso del río …

Por el inciso ínfimo

                               entra la luz.

Toda la luz

                cabe

          en el abismo

                              incontenible

                                                  de un mar.


(Emilia Charra, inédito)

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